De gobiernos a gobiernos, de gobernados a ingobernables

“Cuando salí de la Habana / ¡Valgame Dios!
Nadie me ha visto salir / Si no fuí yo.”

“La Paloma”, canción popular cubana

De vez en cuando escucho historias de paraísos tropicales, amores viejos, revoluciones infinitas, y nostalgia por un país que dejaron en busca de una vida, que valga el esfuerzo que ponen día a día en su trabajo. Por mi parte, al escuchar a mis amigos cubanos suspirar por playas azules y soles de 30º C todo el año; pienso en las posibilidades que brindan los rumbos de Sonora, con sus valles verdes y dorados, las manadas de vacas, y los desiertos que parecen infinitos. Comparo el placer de comer carne el día de la semana que se antoje, que los niños toman leche hasta que les duela la panza o bien, no quieran otra cosa porque se sacian con la cantidad de biberones que sus madres les permiten. Pequeñas cosas que mi amiga me comenta que allá son lujos de una vez al mes.

“Es que el sistema de mi país no lo entiendes como mexicano, si nosotros como cubanos no le hayamos sentido, y vivimos allá tantos años…” y aún así, deseo sentarme en la misma banca que la estatua de Jhon Lennon, en un país que para ciertas cosas se abre o se cierra a conveniencia de un gobierno. Una nación cuya revolución los construyó unipartidistas, unicamarales, a las órdenes de uno y sólo uno, un personaje casi mítico, héroe de algunos, repudio de otros, quien a sus 83 años de edad sale a dirigirse al pueblo cuando se alborota y se escapa de las manos de su hermano.
Y comparo: en teoría, mi México país dividido en tres poderes y un sin fin de partidotes y partiditos; puestos, puestazos y puestitos, agarrados del chongo unos con otros, según el color sin ir a ningún lado. Ciudadanos que no creen, pero esperan igual, o buscan la manera de sacar dinero del gobierno ya sea por programas, por las buenas, por las malas o por influencias.
Escuché con cuidado el informe del gobernador Guillermo Padrés Elías, y recordé a mi amiga que de vez en cuando me cuenta como los Castro convocan a la gente a sus eventos, con lista en mano, así que no faltes o te quedas sin trabajo. Nadie escucha nada, pero aplauden igual, para eso los invitaron. La gente sabe de que se trata, ir, ver, aplaudir. “Son mentiras de todas formas, todos sabemos como corre el agua…”

Todos sabemos como corre el agua: un electo en el que la gente creyó, ganó, y lleva al Estado como se le ocurre. No preguntes como, no preguntes a donde va el dinero, como se invierte, cuanto se saca para el pueblo y cuanto para el bolsillo del gobernante. ¿Obras nuevas? ¿Dónde? ¿Cuál? ¿El CRIT? ¿El Acueducto que los sonorenses, los tribunales, el resto de los poderes, dijeron que no? Hay tantos espacios en blanco en la gaceta del informe que reparten en los cruceros, que si lo hubieran escrito en tríptico, se podría ver más completo.

Me llama la atención como los gobiernos aplastantes y sofocadores, creen que por dar órdenes, le impiden a la gente sus sueños libres, sus pensamientos, sus reflexiones y decisiones. Sonora se convierte en un estado de gobiernos autoritarios, y sociedades ingobernables. Recordé un letrero de La Habana que me comentan que dice: “Señores imperialistas, no les tenemos ningún miedo” y no puedo dejar de asociarlo con el reto de Padrés a la sociedad en la radio “A mí me queda muy claro que el agua es de todos los sonorenses y no nada más de unos cuantos”. (habrá que recordarle al pueblo que el agua de Hermosillo es únicamente de cincuenta y tantos).

renee.angelica@gmail.com

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