Del dolor

Quiero pedirte que no te vayas, pero no sé si Dios esté de acuerdo conmigo.

Me veo a mi misma en ti, en mis necesidades de control y disciplina, en mis afanes de madre y mujer perfeccionista, en mis dolores ocultos y en la paz que siento cuando me dices "te amo".

Quiero gritarle al dolor que abandone tu cuerpo, pero no tengo el derecho de hacerlo. La vida lo puso en ti, porque te resta algo por aprender, algo que tus hijos y nietos no comprendemos, algo que a tus hijos y nietos también nos duele y nos deja sin consuelo.

Quisiera destruir para siempre la agonía, pero nos rompería el corazón que eso significara tu muerte.

Amaste, trabajaste, luchaste, sufriste. Fuiste grandeza y matriarca, reina amada por tu familia y a la vez, la mujer quien dejo ir a su más grande amor. No quiero que los años de una vida bien vivida signifiquen tu adiós.

Hay que amar una, doce, treinta y seis veces. Hay que amar como tu, para que los problemas de la vida se hagan tan pequeños e insignificantes, como las travesuras de los bisnietos que te agarraron con la guardia baja.  Hay que amar como tu nos haz amado, para que regresemos a tu casa los sábados y sentirnos como en la nuestra. Hay que ponerle amor a la sopa de fideos, los frijoles con queso y el café instantáneo. ¡Hay tanto por que amarte, hay tango por lo que te amo!

Quédate conmigo. En mi alma y para siempre, te quedas conmigo. Que Dios decida donde y en cual de las vidas, pero desde los domingos que me llevabas a misa vestida de fiesta, tu amor y tu recuerdo se quedan conmigo.

Yo también te amo. 

Comentarios

Entradas populares